Viajar a Barcelona siempre resulta estimulante. Si encima se tiene el pretexto de un evento como la CAS, el plan no podría intuirse más prometedor. Uno asistía a este décimo aniversario de la Conference Agile Spain con la ilusión del neófito -ya iba tocando, tras tres años ejerciendo como Scrum Mastah- y ni mucho menos querría tirar por tierra el trabajazo derivado de la organización de un evento de semejantes proporciones, logísticamente impecable y con dicho poder de convocatoria prolongado en el tiempo. Pero sí he de reconocer (como si a alguien le importara esto) que regresé a casa con un regusto agridulce, que tardó en aflorar por la ilusión de haberme reunido con compis del sector y la emoción de haber descubierto una de las mejores tortillas de patata del Puente Aéreo (la del Koska, por si alguno tiene curiosidad)*
Tras una semana de reposo, y habiendo intercambiado impresiones con mis colegas más cercanos, achaco este sentimiento no tanto a las expectativas no cumplidas y al letal combo entrada + alojamiento + desplazamiento, difícilmente justificable desde el punto de vista pecuniario, sino a la sensación de déjà vu. Y es que en la CAS no se respiraba precisamente futuro sino presente impregnado de una pátina de pasado, quizá fruto de la nostalgia por la efeméride, cuyos fastos, por otro lado, de tan discretos resultaron inexistentes hasta el punto de quedar algo deslucida.
Sea como fuere, cuando voy al Codemotion veo naves en llamas más allá de Orión, computadores cuánticos, escuadrones de cibercrimen organizado. Pero también veo compiladores más eficientes, motores de búsqueda basados en inteligencia artificial, algoritmos capciosos de adicción en los videojuegos, compromiso social, paridad… incluso palitroques con los que dar feedback inmediato al más puro estilo Black Mirror. Veo, en definitiva, al presente con voluntad de acercarse al futuro.
Sin embargo, en la CAS veo empresas dándose al autobombo, ponentes clave improvisar charlas para los cuatro colegones con los que empezaron todo este tinglado, méritos incuestionables aparte. Veo un evento completamente de espaldas a la tecnología, que es el campo de acción en donde desarrollamos nuestra actividad hoy día en un 99,9%. Y tanto la responsabilidad social, más allá de lo tangencial por lo acertadísimo del enclave dada la delicada situación política, como la paridad, brillar por su ausencia casi tanto como el café. ¿Cómo demonios es posible que en una convención no se pueda tomar café a todas horas? Adicciones aparte, todo ello conforma para mí una flagrante contradicción, dado el supuesto afán transformador del agilismo.
Por suerte y contra todo pronóstico, no hubo apenas fumata blanca ni acopio utilitarista de técnicas orientales para llenar de filosofía mal entendida un mero marco de producción, sino que imperó cierta practicidad en todo el evento. Y esto es de justicia recalcarlo y valorarlo porque aparte de que debemos luchar fuertemente contra el cliché, cada vez que se abraza un árbol para producir mejor Slavoj Žižek se muere un poquito más por dentro and so on…
Ahora bien, ¿significa esto que el agilismo no pueda ocupar un espacio en 2019 sin caer en lugares comunes y aportar algo más allá de todas esas lecturas que se remontan a 2012? No lo creo, pues ello sería afirmar que ya está todo hecho, y nada más lejos de la realidad.
Como agilista principiante me gustaría que se ahondara más en la historia para conocer en profundidad de dónde venimos, puesto que todos damos por sentado que hemos mejorado lo presente pero pocos lo hemos vivido de primera mano. Me gustaría que la mujer tuviera la voz que ya tiene en nuestro día a día, pues no olvidemos que dentro del desarrollo de software, un sector netamente masculino, es predominante en la materia. Me gustaría que en la integración con el cliente se pusieran de relieve casos de fracaso estrepitoso, en un ejercicio brutal de honestidad del que poder partir para analizar los motivos y reforzar la cultura necesaria, más allá de modas y tendencias. Que se ahondara en la adaptación a otros medios no VUCA (volátiles, inciertos, complejos y ambiguos) y sectores ajenos al ámbito del desarrollo. También que no se perdieran de vista otras metodologías más convencionales y sus propios procesos de reconversión, porque al igual que asumimos con naturalidad algunas prácticas inferidas de XP, es necesario seguir tapando las grietas aún existentes (documentación, gestión de cambios, etc.) con técnicas y herramientas válidas. Y porque, qué leches, se supone que Agile no es sólo Scrum y precisamente esta proclama fue lo más ovacionado de toda la convención, en la charla de Juanma Gómez y Edu Ferro, lo cual no deja de ser, cuando menos, sintomático.
Por supuesto que hubo destellos en esta línea, aparte del caso ya mencionado. Sin ir más lejos y con poca sospecha de proselitismo, mi compañero Gabriel Salafranca compartió sus logros y pequeñas miserias en su labor transformadora en una gran corporación. También percibí un punto de laboratorio más que interesante en los Sprints de un sólo día de Rafael Sabbagh. Se me saltaron las lágrimas con el coraje y apertura de miras de Gemma Albaladejo en las aulas de su instituto. Y, obviamente, no pude asistir a todas las charlas, por lo que seguro que estoy siendo injusto dejándome algo.
Miremos hacia adelante, por lo menos otros diez años más. Pero hagámoslo sin dar tregua a la autocomplacencia, valorando nuestros logros pero sin dar cabida a la hagiografía, ya que lo contrario significa firmar nuestro propio certificado de defunción. En definitiva, envolvamos de futuro aquello en lo que creemos.
Inspiraciones:
- 12 Principles Behind Manifesto for Agile Software Development (Kent Beck, Mike Beedle, Arie van Bennekum, Alistair Cockburn, Ward Cunningham, Martin Fowler, Robert C. Martin, Steve Mellor, Dave Thomas, James Grenning, Jim Highsmith, Andrew Hunt, Ron Jeffries, Jon Kern, Brian Marick, Ken Schwaber y Jeff Sutherland, 2001)
- La vigencia del Manifiesto Comunista (Slavoj Žižek, 2018)
- Extreme Programming: A Gentle Introduction (Don Wells, 1999)
- La Guía de Scrum (Ken Schwaber y Jeff Sutherland, 2010)
* Tortillaffinity especial Barcelona: Es la del Koska una tortilla sincrética, con relato. De hechuras sinuosas que bien celebraría el mismísimo Gaudí, correría el riesgo de perderse en sus distintas mutaciones pero su gnosis en la materia es tal que su esencia reside intacta. Una truita per la reconciliació.
