Montessori en la oficina

Para mi cuñada Cristina

La incorporación de la mujer al mercado laboral en plena Revolución Industrial supuso su emancipación respecto de las obligaciones y quehaceres tradicionales así como su sometimiento bajo el rodillo capitalista, generándose una necesidad que no se había dado hasta entonces en la vida rural: la de que alguien se ocupara de los niños demasiado pequeños para trabajar también en dichas fábricas durante aquellas jornadas maratonianas. En un contexto urbano, burgués, socialista y, por tanto, sensibilizado con la desigualdad de clases y la enorme mortalidad infantil, la estructura y organización de la educación preescolar fue liderada por mujeres. Una de ellas fue Maria Montessori, visionaria y emprendedora a partes iguales, quizá por ello la más famosa de todas así como su pedagogía, enmarcada dentro de las corrientes puericentristas que surgieron bajo el término de Escuela Nueva.

María Montessori nació en 1870 en Chiaravalle, Italia, en el seno de una familia burguesa -su padre, funcionario del estado, su madre, maestra de escuela- y recibió una educación tan estricta como incondicional en sus estudios, sobre todo por parte de su madre, frustrada por haber abandonado su profesión al casarse, tal y como era normal en la época. Alumna aplicada, inicialmente cursó estudios preparatorios para ingeniería. Sin embargo, su amor por las ciencias naturales la llevaría a estudiar medicina, convirtiéndose beca tras beca en una suerte de celebridad académica y en la tercera médica de la historia de Italia por la Universidad de Roma, en 1892. Finalmente, se doctora mediante una tesis en psiquiatría y accede como auxiliar a la cátedra de antropología, desde la cual profundizará en sus estudios de psicología y pedagogía. Todo este periplo académico es importante para entender el enfoque pedagógico basado en la razón científica y la observación que desplegaría años después.

Por otro lado, en estos años universitarios participa activamente del ambiente progresista del momento, de las luchas de izquierdas y feministas, especialmente de estas últimas, llegando a ser secretaria de la asociación Per la Donna y defender su programa radical -educación popular, sufragio femenino, ley para la investigación de la paternidad, igualdad de salarios entre hombres y mujeres- en el Congreso Femenino Internacional de Berlín de 1896.

Maria Tecla Artemisia Montessori

Fruto de este activismo social y de su noviazgo con el también médico Gustavo Montesano, recién nombrado director del manicomio de Roma, entra en contacto con los niños oligofrénicos que allí se encuentran confinados en condiciones de prisionero. Así, en sus investigaciones llega a la senda abierta 50 años antes por Édouard Séguin, discípulo de Gaspard Itard, célebre médico francés al cuidado de Víctor, el famoso niño salvaje de Aveyron. Básicamente, el trabajo revolucionario y lleno de polvo por las resistencias encontradas en su época consistía en el adiestramiento personalizado de los sentidos de estos niños desahuciados a partir de la observación. Basada en esta educación experimental y en su material didáctico, Gustavo y Maria ponen en marcha la Lega per la Protezione dei Fanciulli Deficienti.

Pero pronto la ambición es ampliar su radio de acción a niños cualesquiera que sea su estado mental. Tal ocasión se presenta en 1907 cuando se le encomienda a Maria hacerse cargo de los niños aún sin escolarizar de los obreros del barrio de San Lorenzo mediante la dirección de un jardín de infancia, la Case dei Bambini, un segundo hogar de ambiente apacible y ordenado que favoreciese su evolución natural y desde el cual desarrollar la cuestión más importante para el porvenir de la humanidad: la educación de los más pequeños. Pero, ¿en qué consiste el método Montessori?

Como ya hemos comentado, la observación en él es fundamental, algo que ya el propio Sèguin en su día, o las hermanas Agazzi en Italia una década antes, ya propugnaban, en una época precisamente en que la observación -y reflexión- sobre lo que estaba sucediendo en el mundo era de obligada necesidad. El niño, así, se abalanza sobre el mundo real como actor de las escenas de la vida misma, mientras que el maestro da un paso al lado, asumiendo un papel de guía, sin intervenir salvo que sea una cuestión de riesgo, practicando el arte de retirarse. (1)

En esta relación horizontal se incluye al niño en nuestras decisiones, y cuando no sea posible, se tratan sus frustraciones con respeto. Además, el error es el motor del aprendizaje, y como tal no se recurre ni a premios ni a castigos, no sólo porque la dignidad esté por encima de este tipo de prácticas sino porque no se promueve la competitividad sino la cooperación. De esta manera, en lugar de calificaciones contaríamos con un carnet biográfico del alumno, con las causas de las dificultades y los progresos encontrados, así como información sobre el ambiente familiar y social y su comportamiento en clase, de tal modo que pueda guiarle en su posterior autoeducación. (2)

Existen, además, dos cuestiones fundamentales: la organización del trabajo y la libertad. La libertad sin la perfecta organización del trabajo no sería posible y es bajo una fluida disciplina que se lleva a cabo el perfeccionamiento de actividades que permita asimismo la gracia en los movimientos y el propio desarrollo. (3)

Finalmente, para ello es fundamental gozar de un ambiente preparado que elimine impedimentos y alivie frustraciones innecesarias, proporcionando los medios adecuados al infante sin menguar ni un ápice sus energías con esfuerzos inútiles que, como diría Ortega y Gasset, conduzcan a la melancolía. (4)

Escenas bucólicas

A pesar de que el método focalice la atención en el proceso y el progreso en lugar de en el resultado, en la época previa a la Primera Guerra Mundial sorprenden sobremanera los éxitos escolares tales como la rápida aplicación del lenguaje y la escritura, siendo sujeto de estudio allende los mares, con mención especial a Estados Unidos, donde Maria será recibida representante mediante como una suerte de profetisa, zambulléndose en un baño de multitudes que fructifica en la apertura de la primera escuela Montessori en el país de la mano de Graham Bell.

El colmo de esta fiebre del oro pedagógico a la americana culminaría en la Exposición Universal de San Francisco de 1915, donde se exhibe el método en un aula de cristal con paseantes de todo el mundo escudriñando a esos niños diligentes. Imágenes cuando menos chocantes, aunque no tanto si tenemos en cuenta que los zoológicos humanos belgas se mantuvieron hasta bien avanzado el siglo XX.

Please do not feed the children

Sin embargo, hay algo que, como viene sucediendo en Italia, impide la rápida y efectiva implantación del método en aquellos países donde se intenta. Y ese algo no es otra cosa que el férreo control sobre la patente del material didáctico y sobre la formación del profesorado, lo cual provoca que cada vez que se abre una escuela requiera una gran inversión inicial que se traduce en pingües beneficios para la autora y su corporación. En el ámbito público estas intentonas generalmente fracasan y, así, en Italia, por ejemplo, se inclinan por la adopción del método Agazzi, análogo en sus preceptos y con fruslerías que los propios niños recolectan del entorno, sean conchas de mar, piedras o piñas del bosque.

De esta manera, una pedagogía que inicialmente surge de la necesidad de los más desfavorecidos y que tiene un espectro universal, queda relegada a un ámbito exclusivo, ligada a las élites progresistas. Pero, a decir verdad, ni siquiera ahí lo tienen fácil, pues Maria no está dispuesta a ceder control alguno sobre el método y no deja que nadie salvo ella misma lo desarrolle de forma experimental o publique algo al respecto, ya no digamos lo mezcle con otras pedagogías. (5)

Su carácter receloso e impulsivo la llevan a partir peras y empezar de cero sin temor una y otra vez en su empresa, como ya había sucedido en sus inicios tras la ruptura sentimental con Gustavo Montesano. Sus polémicas le granjean enemigos por doquier, la mayoría de ellos ex acólitos. La camarilla de discípulas no remuneradas entregadas con fervor a la causa, la patente de un material que no es suyo estrictamente hablando y su gusto por la buena vida, cada vez son más cuestionados públicamente y todo ello, sumado a su fama de conflictiva, le hace contar con cada vez menos apoyos.

Pero ella no ceja en el empeño y es entonces que su fe católica, que hasta entonces se había mantenido con gran reserva, se hace pública -y se intensifica- a través de la colaboración con las Hermanas Franciscanas Misioneras de María. Un fervor religioso que había abrazado casi desde sus inicios profesionales y que le había dado aliento ante el que es, probablemente, el suceso más oscuro y turbio de su vida: el abandono del hijo tenido en secreto junto a Gustavo Montesano, dado en adopción a una familia del campo y tan sólo recuperada su tutela una vez fallece su madre, instigadora de estas presiones para suprimir cualquier escollo que pudiera poner freno a su carrera. Sólo de esta manera se entiende esta concepción mesiánica de su misión, más alta aún que la del cuidado del propio hijo, y esa obtusa codicia para con su método como compensación económica a los 15 años de abandono.

Así, alegando que es precisamente el estudio de la ciencia lo que le ha conducido a la fe, Maria apunta a las más altas instancias eclesiásticas, en concreto, al Papa Pío X. Pero lo que se encuentra es una fuerte oposición al modernismo teológico y un gran recelo por el apoyo de masones y anticlericales así como por su activismo pretérito, hasta el punto de prohibir el experimento llevado a cabo junto a las monjas.

Agotada esa bala, y a pesar de que la Alemania nazi había prohibido las escuelas Montessori por considerarlas un nido de socialistas y judíos, lo intenta a través del apoyo de Mussolini, a quien le pone la idea de que una pedagogía 100% italiana conforme una legión de niños laboriosos y disciplinados. Así, tras diez años de colaboración con el fascismo -si bien no se adhirió al Manifiesto de los Intelectuales Fascistas, tampoco lo hizo al de los Antifascistas-, y tras numerosas claudicaciones, incluida la de asumir que el método serviría para mejorar la raza italiana, por fin se produce la ruptura con el régimen, lo cual unido a la huida del administrador de su patrimonio, a la incautación nazi en Holanda y al estallido de la Guerra Civil española -donde contaba con respectivas segundas residencias-, da lugar a su colapso financiero.

Ni de izquierdas ni de derechas

De vuelta a los orígenes, una infatigable Maria le da un enfoque cósmico y pacifista al desarrollo del método, lo cual cala muy bien en la India de Gandhi, con el cometido final de perfeccionar la humanidad, algo que no deja de resultar un tanto soberbio, máxime teniendo en cuenta que precisamente su método se sustenta sobre la base de que la fuerza interior del niño y su desarrollo innato es más fuerte que la acción del adulto.

Pero, en honor a la verdad, de lo que no cabe duda es de que Maria Montessori fue una incansable y convencida trabajadora por y para los derechos del niño, y una absoluta visionaria en cuanto al tratamiento de cuestiones vigentes como el parto respetuoso o las desconocidas neuronas espejo se refiere.

Y, de hecho, en sus últimos años, el discurso de una ya anciana Maria trasciende al hombre adulto. Las observaciones sobre el niño que trabaja -la necesidad de sentido, la libertad en las reglas-(6) también puede inspirar la teoría del trabajo en la fábrica, ayudar a los sindicatos y los empresarios a concebir una organización menos alienante. Y es que, de algún modo, las ideas de Montessori son tan humanistas y transversales que correlan a la perfección con los valores y preceptos agilistas, un siglo después. Es más, podríamos considerar que Montessori es a las pedagogías, lo que Scrum al agilismo: la marca que lo resume y engloba todo, con sus certificaciones y su puntito mesiánico.

Chanzas aparte, quedémonos con la vigencia y universalidad de sus reflexiones, pues ¿acaso no se siente el hombre moderno atrapado en una cárcel que mengua sus energías y le conduce a la depresión, la ansiedad o el estrés? ¿Acaso no está implícito en el respeto a ese menudo individuo el respeto al ser humano sea cual sea su condición? Empecemos, pues, por tratar a los empleados cómo deberíamos tratar a los más pequeños.

Corolario:

  • (1) Líder al servicio
  • (2) Horizontalidad, mejora a partir del error
  • (3) Shu ha ri
  • (4) Facilitación, supresión de impedimentos
  • (5) Purismo vs Empirismo
  • (6) Foco, propósito, autonomía

Inspiraciones:

Publicado por Raúl Alonso

Scrum Master apostado en las trincheras del agilismo. No tengo Twitter.

2 comentarios sobre “Montessori en la oficina

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