Conocí a Alejandro Masferrer en 2011 a través de mi compañera de piso entonces, la fotógrafa Rosa Ponce, ambos de Sevilla y pertenecientes a la efervescente escena independiente musical del momento en la región (Rosa como batería y Ale al frente de la discográfica Sello Salvaje). Exiliados en Madrid, se ve que les picaba el gusanillo y si bien Rosa ya nos había ayudado desde el principio con su cámara, con Ale pronto surgieron sinergias con LaFonoteca -promotora, sello y editorial que co-dirijo desde 2007-, fruto de las cuales vio lugar un bonito ciclo de conciertos con grupos sevillanos como Fiera (cara B de Pony Bravo) o Las Buenas Noches (del admirado Miguel Brieva), haciéndolos confluir con grupos madrileños punteros tales como Margarita o Algora.
Pero, al igual que nosotros con LaFonoteca, Ale ni mucho menos vivía de su sello, sino que era diseñador gráfico, aunque a medida que continuaba formándose y creciendo profesionalmente, comenzó a reflexionar cada vez más sobre la necesidad de dotar de metodología a un mundo tan caótico y viciado de clichés como el de la publicidad. Así, gradualmente fue volcando sus energías en la impartición de talleres y sesiones de trabajo orientadas al diseño de procesos creativos. Y, de hecho, es así como se gana la vida, a caballo entre México D.F. y Barcelona, facilitando sesiones en remoto para potentes agencias de todo el globo.
Su metodología, llamada Patrones de Co-creación, se plantea a modo de guía práctica que permita a un equipo alinearse en los procesos de creación de tal manera que la responsabilidad sea compartida y se valore el potencial en conjunto en lugar de como suma de individuos, con la finalidad de afrontar los retos ya conocidos: un mercado altamente competitivo, la retención de talento (especialmente joven, cansado de jerarquías verticales) y la multidisciplinariedad para evitar silos y dependencias. Se enmarcaría, así, dentro de la corriente agilista.
Así, plantea cinco patrones asociados a cinco figuras geométricas (por darle un toque personal las voy a representar con figuras del Mario World), cada una de las cuales conlleva una serie de valores, normas de conducta, objetivos e incluso herramientas que posibilitan eficientar y dar confianza a los distintos miembros del equipo para aportar lo máximo posible en cada una de las fases del proceso.
Los cincos patrones de co-creación, por tanto, serían:

El círculo: representa la reunión. En esta fase es primordial compartir el conocimiento y reflexionar en torno al mismo, sin aportar ideas ni entrar en valoraciones, tan sólo enfocados en resolver y aclarar dudas para entender a la perfección algo en concreto, sea ese algo un proyecto, las expectativas en torno al mismo o el estado anímico de un equipo.

El cuadrado: representa el afianzamiento. Sigue sin ser una fase propositiva, sino de conclusión. Se exige, por tanto, un cierto grado de pragmatismo a los distintos miembros del equipo para concretar y sintetizar.

La estrella: paréntesis del equipo para activarse o recargar pilas. Este sería el espacio destinado a las dinámicas de equipo, team buildings, ice breakers y demás zarandajas para desestresar.

El triángulo abierto: consiste en la exploración de posibilidades. Aquí sí ha lugar a la proposición de ideas, y como tal se ha de fomentar pudiéndose apoyar uno en herramientas de ideación tales como Triggers, del mismo Ale, cartas inicialmente pensadas para equipos de diseño, creatividad, estrategia e innovación, pero con mazos ya específicos para Blockchain y Machine Learning, entre otros.

Y, por último, el triángulo cerrado: suele ir a continuación del triángulo abierto, pues conlleva filtrado de ideas, convergencia y consenso en torno a una o varias de ellas.
Un punto interesante de esta metodología es el hecho de que carezca de un orden específico, sino que una vez identificadas las necesidades concretas y apoyándonos en una serie de esquemas recurrentes, se puede correlar el patrón que queramos aplicar como suma de pasos sin tiempo definido, de forma tanto lineal como paralelizable e iterativa. Estaríamos hablando, de alguna manera, de una metametodología.
En el ámbito del desarrollo de software, donde sí hay más peso metodológico (y quizá menos creativo) yo lo veo idóneo como punto preliminar para dotar de metodología a un proyecto, esto es, complementario a un marco específico.
Así, una Retrospectiva en Scrum podría representarse, por ejemplo, como sigue:

Una Review, al igual que una Planning, se asemejaría a esto:

(teniendo en cuenta que en la Planning ha habido un Refinamiento previo de cada una de las tareas):

Y una Daily podría ser un mero círculo:

De este modo, el ciclo de vida completo de un proyecto Scrum quedaría así de bonito:

Inspiraciones:
- Diseño de procesos creativos – Metodología para idear y co-crear en equipo (Alejandro Masferrer, 2019)
- La Guía de Scrum (Ken Schwaber y Jeff Sutherland, 2010)
- Super Mario World (Nintendo, 1990)
